Esta representación de la serpiente de Fuego o el lagarto de turquesa proviene del Estado de México y muestra cómo el arte escultórico era complementario a la arquitectura, pues fue labrada para cumplir la función de desagüe: el agua recorría el canal interior de su cuerpo y salía entre sus fauces. Puede observarse en esta pieza la tendencia a la simplificación geométrica de los relieves de la escultura azteca. La cabeza es rectangular; los orificios nasales, ojos y fauces terminan en espirales rectilíneas. En cada lado de su cresta, el numen lleva los puntos sobresalientes característicos de su atavío.
Xiuhcóatl era un atributo del dios del fuego, quien era también el señor del tiempo. En la leyenda de la creación del quinto sol se cuenta que cuando Nanahuatzin, el dios bubosillo, saltó al fuego, salió convertido en el astro luminoso. Dos serpientes de fuego cargaron entonces el disco solar en su viaje de oriente a occidente. Esta trayectoria la realizan desde entonces, por lo que representan una unidad de tiempo, el día.
Otro mito fundamental cuenta que Hutzilopochtli, dios de la guerra y del sol en su cenit, la utiliza como arma mágica para derrotar a sus cuatrocientos hermanos –las constelaciones del sur– en la lucha cósmica que libra cada día. Es el símbolo del fuego solar.