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Fragmento de pintura mural, ave

Cultura Teotihuacana
Periodo clásico 200-900 d.C.
Estucado y pintura al fresco
38.5 x 70 x 3 cm.
Colección CONACULTA-INAH-MEX

El segundo fresco muestra un quetzal teotihuacano: compacto, con rasgos geometrizantes y la cabeza hacia arriba. En este caso lleva anteojeras, tiene las alas extendidas y penacho y cola con las plumas recortadas, indicio de que se representa en traje ceremonial. El personaje que o porta tal vez ejecuta una danza ritual y canta, pues de su pico sale una vírgula de la palabra que se ramifica y florece. Está demarcado por líneas y grecas que parecen completar la composición de una cenefa.

Estas pinturas formaron parte de conjuntos más amplios y continuos. El motivo principal del mural iba en el tablero, entre el talud y la cenefa. En Techinantitla se encontraron tableros que representan ya no a sacerdotes, sino a otros personajes de la clase dirigente. En ellos se observa cierta diferenciación en sus grandes tocados y atributos, los cuales no están relacionados con los ritos sagrados, sino posiblemente con el comercio o con distintos linajes militares.

Las decoloradas muestras que están en nuestro museo son reliquias mínimas de un sitio histórico sagrado. No obstante, son suficientes para constatar algunos rasgos estilísticos de los murales teotihuacanos. En su esquematismo se observa que representan motivos reiterados, realizados en bandas y con un ritmo horizontal. Los personajes expresan seguridad en la vida terrenal, al tiempo que simbolizan elementos cósmicos. Las escenas son alegóricas; los personajes representan grupos sociales, no individuos, y hay una ausencia absoluta de figuras femeninas.

En otros murales de épocas más tempranas encontrados en las excavaciones del sitio puede verse la repetición de las mismas figuras zoomorfas portando armas o devorando corazones, en procesiones interminables de seres que evocan certezas trascendentes, así como una comunidad dinámica y bien organizada.