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Fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía

Autor desconocido
Siglo XIX
Óleo Sobre tela
90 X 112.5 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

Esta recreación del fusilamiento de Maximiliano no fue realizada por un pintor académico. Los detalles estrictamente pictóricos son burdos. Sin embargo, el autor conocía los principios de la perspectiva y, sobre todo, era un buen narrador que nos ha legado una crónica del acontecimiento cuyo énfasis en el color local brinda una dimensión inesperada al acontecimiento histórico.

Ubicado en un nivel superior del cerro, con un punto de vista alto y lejano, el artista encuadra una meseta en la que se desenvuelven distintas acciones en planos sucesivos. Como si se tratase de un paseo dominical o la asistencia a un desfile, en primer plano y a todo lo largo del andador que está a la derecha hay grupos de personajes distraídos de la escena central. Algunos visten a la moda de la alta burguesía imperial y hablan animadamente; dos señoras van vestidas de luto, una de ellas lleva a un niño de la mano mientras acerca un pañuelo a sus ojos. Varios oficiales galantean con mujeres del pueblo y otros hombres vestidos de campo conversan, sin poner demasiada atención en lo que les rodea. Un oficial parece alardear con una breve carrera a caballo.

Al centro se alinea la formación militar, y al fondo, casi ignorados por la multitud y por los oficiales que hacen un reconocimiento a caballo, los tres hombres están de pie ante el muro, frente a sendos pelotones que ejecutan la instrucción de «¡Apunten!». El de la derecha, rubio y alto, tiene un pañuelo entre las manos.

En el extremo izquierdo, perdiéndose en la distancia, varios carruajes circundan el lugar, en tanto tres ataúdes son llevados en alto hacia un costado. Cada grupo tiene su afán; el acto ejemplar que da fin a una guerra sangrienta y a los sueños de un imperio parece un hecho insignificante.