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Fragmento de pintura mural, coyote

Cultura Teotihuacana
Periodo clásico 200-900 d.C.
Estucado y pintura al fresco
81.5 x 106 x 2 cm.
Colección CONACULTA-INAH-Museo del Templo Mayor

Fragmento de mural que representa a un coyote con gran tocado, collar de cuentas verdes y estrella de cinco puntas en su vientre.

 

La ciudad de Teotihuacán fue una de las urbes más grandes y ordenadas de Mesoamérica durante el periodo clásico (200-900 d. C.) Entre los años 150 y 300 d. C. Teotihuacán llegó al más alto nivel de desarrollo urbanístico y mantuvo una población constante de cien mil personas. El trazo y la organización de la ciudad muestran una cuidadosa planeación y una fuerte relación con creencias míticas y religiosas.

 

La pintura mural teotihuacana es una fuente para el conocimiento de su sociedad, ya que nuestro saber acerca de esta cultura nos ha llegado proveniente de fuentes aztecas en su mayoría, cuando ya Teotihuacán se había extinguido. Gracias a la pintura se han podido conocer aspectos de diferenciación social, religiosos y míticos pertenecientes a su sociedad.

 

El fragmento que aquí se presenta está pintado al fresco, donde sobre un fondo rojo se dibuja la figura de un coyote. Está delineado en color blanco, sus fauces son semejantes a las de un ave y tiene pelo de color oscuro en todo el cuerpo. Porta un tocado compuesto por dos elementos: una serpiente enroscada, con la cabeza sobre la frente del personaje y el crótalo junto a su ojo y una banda de la que sale un penacho de plumas de quetzal.

 

En la mitad de su cuerpo lleva una estrella de cinco picos, con la cauda descendente, que posiblemente alude a un mito de transformación o es una insignia. Porta un collar y una joya adorna la punta de su nariz.

 

De acuerdo a los especialistas algunos animales representaban órdenes militares, pues éstos eran representados con trajes ceremoniales, portaban armas, encarnaban actitudes rituales y estaban rodeados por símbolos y glifos asociados a la guerra y a los sacrificios.

 

Este fragmento mural se encontraba en Melbourne, Australia y fue repatriado –junto con otros tres– en octubre de 1994 gracias a las gestiones del gobierno mexicano y la Christensen Fund.