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Anillo de Maximiliano de Habsburgo

Oro con incrustaciones de chispas de diamante
Siglo XIX
2 x 2 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

El anillo que se presenta fue elaborado para Maximiliano I de México. En un óvalo esmaltado de púrpura está montado en diamantes el escudo imperial, que consiste en el monograma MIM coronado. la joya es similar a otra que se encuentra en la Colección del Castillo de Chapultepec, y ha llegado hasta nosotros, en su estuche original, para recordar un episodio singular del segundo Imperio.

A finales de noviembre de 1865, la emperatriz Carlota hizo una visita a Yucatán para fortalecer los lazos imperiales con la región. Maximiliano concebía el plan de ampliar el imperio hacia Centroamérica y el Caribe, con la Península como centro de gravitación. Con este objetivo había creado el Comisariato Imperial de Yucatán. Un sector de la sociedad de Mérida, con su elite de hacendados henequeneros, veía con buenos ojos la promesa de ser parte de esta estrategia de política exterior del emperador. El territorio había sufrido los embates del cólera pocos años antes, y vivía fuertes tensiones a consecuencia de la guerra de Castas, conflicto por la defensa de tierras comunales indígenas.

La emperatriz fue recibida con gran entusiasmo y su estancia estuvo llena de festejos y audiencias. Recorrió ferias agrícolas, conoció vestigios mayas y realizó nombramientos honorarios de damas de palacio, chambelanes del emperador, consejeros de Estado y oficiales. En esta visita se supone que haya obsequiado nuestro referido anillo, en nombre de Maximiliano I, al doctor Leandro Rodríguez de la gala, quien era el gobernador de la mitra de Yucatán.

Rodríguez de la gala fue un hombre influyente en esa época de la historia yucateca. A partir de 1864 escribió quince cartas pastorales, una de las cuales se dirigía a los indígenas rebeldes. Fundó la Academia de Ciencias Eclesiásticas; fue obispo de 1868 a 1887, y en 1870, por una crítica al matrimonio civil establecido por las leyes de Reforma, estuvo confinado un mes en el Puerto de Progreso, para escándalo de la sociedad de esa región.

La joya permaneció en el patrimonio de la arquidiócesis de Yucatán hasta 1959, año en que, con la autorización de la Santa Sede, se obsequió a un particular.