La cerámica ritual y suntuaria del tipo anaranjado delgado tuvo una enorme producción y distribución durante el largo apogeo teotihuacano. Los talleres artesanales estaban al sur del estado de Puebla, de donde procede el barro. Desde esta región, dominada por el imperio, se transportaban los diversos tipos de ánforas a la ciudad. La distancia aproximada es de 250 kilómetros, lo que debió implicar la organización de una ruta para cargas continuas, pues los restos de este barro se encuentran en todas las residencias excavadas.

La cerámica anaranjado delgado comenzó a producirse durante la fase Maccaotli (150 a 200 d. C.) y posteriormente se convirtió en uno de los productos comerciales más importantes, llegando hasta sitios como Tikal, en la zona maya, y hasta el desierto de Sonora, en el norte.

En la fase Xolalpan, (450 a 650 d. C.) se redujo la diversidad de diseños y se emplearon formas de producción en serie, como los moldes y el estampado con sellos. En la fase Metepec (650 a 750 d. C.) continuaron los diseños tradicionales, pero en general la calidad era más burda. La producción declinó poco después del incendio y caída de Teotihuacan.

El estilo teotihuacano de este cajete es inconfundible. Las paredes son delgadas y casi completamente rectas. Los pies, planos, alargados y labrados con diseños geométricos. La tapa es cónica. El estampado podía tener diseños de animales, plantas o deidades; en este caso representa un ave.