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Virgen del Rosario

Figuras de vestir
Hispanofilipina
Siglo XVII
Cuerpos de madera con rostros y manos de marfil. Traje bordado con hilo de oro y aplicaciones de perla; corona y cruz de filigrana de oro con esmeraldas y rosario de perlas.
Peana de madera policromada en forma de querubines con base de plata repujada y cincelada.
115 x 70 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

La tradición acepta que la devoción del rosario –corona de rosas– fue introducida en España en el siglo XIII por santo Domingo de Guzmán, a quien la misma Virgen le habría enseñado a rezarlo. Sin embargo, no hay imágenes con este tema antes del siglo XV. En 1571 España ganó la batalla de Lepanto contra los turcos, victoria de la cristiandad que fue atribuida a la madre de Dios, quien la habría concedido porque España toda rezaba el rosario por esta causa. Los frailes dominicos llevaron el culto a las colonias españolas. Esta advocación de María, que fue muy reproducida en imágenes para vestir durante la época virreinal, se convirtió en la patrona de Guatemala y de quienes viajaban por mar con fines mercantiles.

En esta imagen para vestir del siglo XVIII, la cara de ojos entornados y las manos de la Virgen están talladas en madera; la cara del Niño es de marfil coloreado. La Virgen lleva cabello, velo corto con bordado de perlas y joyas, entre las que destaca el rosario de perlas y, sobre todo, la corona y la cruz de filigrana de oro con esmeraldas.

El valor fundamental de la pieza es el largo manto, densamente bordado en hilo de oro, con un diseño de tipo europeo con un florero del que se salen ramas y flores que forman un solo dibujo. El manto denso que cae en forma de campana y la adición de cabello natural a la imagen son características de la escuela sevillana, y se utilizaron ampliamente en las colonias americanas y en las Filipinas.

En este caso, la prolongación del manto en una cola acentúa la suntuosidad del atavío.

El arte del bordado se realizaba tanto en las colonias de Oriente como en la Nueva España. Muchos ajuares litúrgicos para los sacerdotes llegaban en el galeón. No obstante, es probable que este manto sea novohispano. Una de las especialidades de los orfebres locales era el de estirar el oro y la plata hasta convertirlos en hilo, y tanto el gremio de bordadores como algunos conventos de monjas tenían gran maestría en este oficio.

La peana consta de una talla de madera policromada en forma de querubines, y una base de plata repujada y cincelada con un diseño de hojas. Es una muestra de la complementariedad de las artes decorativas novohispanas, a la vez que añade estatura y magnificencia a la imagen.

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