Introducción
El encuentro entre la tradición prehispánica del bruñido y las influencias asiáticas llegadas por las rutas transpacíficas de intercambio comercial dio lugar a un mestizaje artístico singular en la cerámica de Tonalá. Inspirados en los tibores orientales, los artesanos virreinales reinterpretaron formas, decoraciones y técnicas con creatividad y destreza.
Tibores virreinales
Estos objetos, recipientes de función principalmente ornamental, son testigos del proceso de apreciación, circulación, consumo y reapropiación del patrimonio cultural en la Nueva España. Surgidos del mestizaje entre influencias prehispánicas y asiáticas, constituyen ejemplos emblemáticos de la fusión cultural gestada en territorio novohispano.
En el siglo XVII, el diplomático italiano Lorenzo Magalotti los describió como “búcaros” o “archibúcaros”. Estas cerámicas fueron elaboradas por artesanos en Puebla y Tonalá, exportándose principalmente a Europa, donde fueron apreciadas y utilizadas.
El término “búcaro” deriva de la palabra portuguesa “bucca” que se refiere a objetos con una boca u orificio hinchado y forma globular. También conocidos como “barros” por su estado apenas cocido en algunos casos, el nombre más común para estas piezas es el de tibores virreinales.
Aunque en un inicio los tibores se usaban para almacenar y transportar agua, aceites y otros líquidos, su apariencia exótica y su exquisita ornamentación los convirtieron pronto en objetos de lujo. Así, pasaron a ser símbolos de estatus entre la nobleza y la aristocracia tanto en América como en Europa.
Estas producciones alcanzaron el estatus de verdaderas obras de arte; evidencia de ello es la significativa colección de tibores en el Museo de América en Madrid, que alberga más de veinte ejemplares de gran tamaño.
Imagen: Tibor con águila bicéfala

Imagen: Tibor con águila bicéfala - Detalle
Iconografía
El águila bicéfala es un símbolo recurrente en la iconografía y heráldica de diversas culturas indoeuropeas. En Europa, se difundió durante la Edad Media a través del Imperio Bizantino. Para el siglo XVI, simbolizaba la unión imperial entre el Sacro Imperio Romano Germánico —bajo dominio de los Habsburgo— y la monarquía española, incluyendo sus territorios en América. Este emblema se mantuvo como símbolo del poder imperial hasta la muerte del rey Carlos II en 1700.
La monarquía española promovió su representación en las artes decorativas del virreinato, como en el caso de la alfarería, donde el águila bicéfala fue incorporada como elemento ornamental asociado al prestigio y a la autoridad imperial. Su presencia en objetos utilitarios revela no solo un programa visual de afirmación política, sino también el modo en que el poder se traducía en formas simbólicas de uso cotidiano.