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Retrato de José María Morelos y Pavón

Francisco de Paula Sánchez
1890
Óleo sobre tela
168 x 120 x 7 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

Existe un retrato realizado en vida de José María Morelos y Pavón, pintado en el estilo de los gremios en 1813, mientras estaba en Oaxaca el caudillo de la segunda etapa de la guerra de Independencia, que sería fusilado en 1815. El rostro recio de mirada viva, la nariz ligeramente respingada, la complexión robusta y el pañuelo atado en la cabeza son rasgos con que se le seguiría representando, no obstante que la mayor parte de los retratos posteriores interpretan la apariencia del héroe basados en las descripciones biográficas.

El retrato de Morelos que pertenece a la colección de nuestro Museo es de Francisco de Paula Sánchez. Fue realizado en 1890, y su autor pintó otro casi idéntico, posiblemente el mismo año. En ambos se recrea la estampa del Siervo de la Nación a partir de una pintura de Petronilo Monroy ejecutada en 1865. Esa obra fue encomendada por Santiago Rebull, a solicitud de Maximiliano de Habsburgo, para la galería de héroes nacionales del Palacio Imperial (hoy Palacio Nacional). El emperador deseaba legitimar su gobierno mostrándose como un continuador de los ideales de la Independencia, por una parte, y como descendiente de la Corona española, por otra.

Como otros artistas que realizaron retratos para las galerías de Maximiliano, Monroy adopta en dicho retrato el estilo del neoclasicismo europeo, presentando al hombre público de cuerpo entero, con la indumentaria, los objetos y el escenario que avalaban su condición ejemplar. De las tres facetas de su acción en el mundo: sacerdote, militar y estadista, presenta a Morelos como hombre de Estado. La figura central se sitúa en un espacio cerrado, entre los cortinajes y muebles de su despacho, donde libros y documentos revelan una mente ilustrada.

Sánchez toma la figura del hombre, la recrea con rasgos físicos un poco distintos, recortada contra un fondo oscuro, y deja solamente los elementos esenciales en su entorno.

Como Monroy, muestra el carácter del jefe e ideólogo de un proyecto de gobierno independiente, situándolo frente al escritorio de trabajo lleno de hojas manuscritas, en una de las cuales puede verse un sello. El brazo de una silla se asoma por el lado izquierdo, completando el escenario de estricta laboriosidad. El traje respeta la dignidad eclesiástica de Morelos; incluye levita y pechera grises y alzacuello bordado. El pintor ha trabajado con un mayor esmero la textura y movimiento de las telas que otros detalles de la imagen.

La mano derecha sostiene un documento y la izquierda apunta al plexo, en tanto la mirada fogosa se dirige hacia el frente, a media distancia, por encima del espectador y con el pensamiento puesto hacia delante. Este es el hombre que ha provisto de un ideario político y moral a la guerra de Independencia para convertir a México en una nación moderna, con la división de poderes republicana y hombres libres e iguales ante la ley. Este es el hombre que ha renunciado a la posibilidad de ocupar la primera presidencia de la República y ha escrito en los sentimientos de la nación: «Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud».

El retrato de Sánchez debió encargarse para alguna oficina pública. Los funcionarios de finales del XIX, como el propio Porfirio Díaz, reconocían en Morelos el principio de la organización política y unidad del Estado.

 

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