El vestido de terciopelo marrón y el elaborado peinado, alto y con rizos sobre la frente, son propios para tarde o noche. Típicos de la década de 1870 son el atuendo y la posición de la mujer al ser retratada: sentada con el cuerpo de perfil y la cabeza girada para mostrar el rostro de frente, mientras el brazo parece recargarse en el mismo marco del óvalo del lienzo. El desconocido pintor parece haber trabajado a partir de una fotografía, lo que puede deducirse tanto por la postura como por la mirada distante de la mujer. De acuerdo con los cánones sociales, se ha puesto mucho cuidado en dar una luminosidad de porcelana a la piel del rostro.
Delfina Ortega Díaz (1845-1880) fue sobrina carnal y primera esposa de Porfirio Díaz. Era hija natural de Manuela Díaz, hermana del general, y del doctor Manuel Ortega Reyes, quien la reconocería ante la insistencia del propio tío.
Se conservan las cartas de solicitud y respuesta que concertaron el matrimonio. Estas palabras son de Fina: «…Mas a lo sublime del amor hay algo desconocido para el idioma pero no para el corazón, y para lo común en ellas me despido llamándome sencillamente tuya».
Delfina vivió en la hacienda de La Noria, en Oaxaca, y cuando fracasó el plan de Díaz para derrocar a Juárez, se trasladó con su esposo a Tlacotalpan, Veracruz, donde nacieron sus hijos Porfirio y Luz, únicos frutos de sus seis embarazos que sobrevivieron hasta la edad adulta. Este retrato posiblemente es posterior a 1876, año en que llegó como primera dama a la Ciudad de México, donde murió pocos años más tarde, a consecuencia de una fiebre puerperal que contrajo después de dar a luz a una niña que sólo vivió unas horas.