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Retrato de dama

Autor desconocido
Siglo XIX
Óleo sobre tela
59 x 45 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

Un retrato sin firma y con cierta rigidez en los contornos indica que su autor es un pintor que no circulaba en el ámbito de la academia. No obstante, y a pesar de ser una obra convencional para la que posiblemente se posó en el estudio del artista, hay en él la aguda representación de una psicología femenina.

Buena esposa, buena católica, con sólidos principios morales, discreta mujer de su casa pensaríamos de esta dama de mirada y actitud reticente, que resguarda su intimidad con una expresión de sutil ansiedad. El peinado y la moda del vestido señalan la década de 1840 en nuestro país, si bien la chalina podría ser anterior. La mujer porta sus mejores galas: vestido de tarde/noche en terciopelo oscuro, guantes calados negros, sencillos aretes de oro, prendedor, anillos en cada dedo de las manos conscientemente cruzadas sobre el regazo.

Con una sostiene el abanico cerrado; con la otra, una larga y gruesa cadena de oro torcido que sin duda es su mayor tesoro, anudada en el escote y sostenida entre sus dedos. El vestido es austero, y el velo sobre los hombros resguarda el decoro. Todo parece indicar que se trata de una dama de una ciudad pequeña, ajena a la intensa actividad social de la capital.

La silla de madera es muy sencilla y la mujer se sienta erguida y ligeramente girada, lo que señala que no está cómoda, como si estuviera en un lugar extraño. Es evidente que el pintor está presente, pero no es alguien de su confianza, si bien la mujer no establece con él una relación de superioridad. La creciente clase media de la época podía permitirse contratar los servicios de artistas locales para perpetuar la imagen de su familia.