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Escultura de los Niños Héroes

Terrac
1960
Bronce policromado
53 x 26 x 26 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

Tres son los símbolos patrios consignados en la Constitución mexicana: la bandera, el escudo y el himno nacional. El himno fue creado en 1853- 1854, bajo el gobierno del general Santa Anna, pocos años después de la guerra México-Estados Unidos (1846-1848), en la que México perdió la mitad de su territorio, que incluía la Alta California, Nuevo México y parte de los actuales estados norteamericanos de Colorado, Utah y Nevada.

Esta sangrienta guerra significó una terrible derrota para México, y entre sus muchas repercusiones dio origen a una de las anécdotas nacionalistas que más han inspirado el fervor patrio: el sacrificio del los Niños Héroes. ganadas las batallas de Padierna, Churubusco y Molino del Rey, el asalto al Castillo de Chapultepec tenía un valor simbólico para los invasores, por el carácter histórico del mismo y porque en este edificio se ubicaba el Colegio Militar. Ocupado por 823 soldados y 43 cadetes de entre trece y diecisiete años, el lugar fue tomado en dos horas y los soldados fueron hechos prisioneros. Entre las bajas se sumaron algunas de los jóvenes estudiantes.

El episodio ha sido vestido con el color del amor a la patria y el heroísmo de quienes ofrecieron su vida por resguardar la última fortaleza y la insignia nacional. la historia recuerda seis nombres que aún se conmemoran con la frase «Murió por la patria» en las academias militares: Juan de la Barrera, Vicente Suárez, Agustín Melgar, Juan Escutia, Fernando Montes de Oca y Francisco Márquez.

La pequeña escultura de bronce que aquí se presenta tiene las características de un monumento nacional. las figuras de los seis jóvenes cadetes se organizan bajo el escudo de México para evocar un momento decisivo de resistencia militar: uno yace muerto a los pies de sus compañeros; otro cae pesadamente con los ojos cerrados sobre un tercero, que lo sostiene al tiempo que toma su carabina; dos más se ciñen a la bandera, resguardándola con las bayonetas asidas, en tanto la figura central se yergue ondeándola con un movimiento amplio, blandiéndola desde atrás hacia su izquierda en torno suyo. Se trata de una narración épica, que exalta el valor, la entrega y el sacrificio por la patria.

La concepción formal de la pieza corresponde a un monumento arquitectónico: todos los elementos se organizan en torno a una base central, masiva y vertical. la obra sigue un principio organizativo de unidad. la manera de disponer los símbolos nacionales alude a una organización jerárquica y centralista, con la nación como valor predominante. El escudo oficial que domina el conjunto es anacrónico en relación con el pasaje histórico que se evoca, pues es el que se instauró durante el régimen de Venustiano Carranza y se conservó en el México posrevolucionario.

En los años sesenta, cuando se creó esta obra vaciada y esmaltada en bronce, el Estado mexicano tenía cuarenta años de haberse estabilizado y era gobernado por un partido casi monolítico. Sólo una institución pública con interés en promover los valores de lealtad incondicional a la nación pudo solicitar una obra conmemorativa de este tipo. Tal vez cumplió una función como presea u homenaje, o estuvo destinada a una oficina pública. lo cierto es que es un fino ejemplo de las artes decorativas realizadas por encargo oficial y un testimonio de los valores nacionalistas en el México del siglo XX.