Introducción
¿Quién es el que anda aquí? ¡Es Cri-Cri!...
Dividida en cuatro núcleos temáticos, la exposición explora diversos momentos y dimensiones de Francisco Gabilondo Soler, a partir de su contexto histórico, su desarrollo biográfico, la construcción del personaje Cri-Cri y la permanencia de su obra en la cultura mexicana.
Más allá de ser el autor de canciones entrañables, Francisco Gabilondo Soler dejó una obra compleja y original que sigue viva en la memoria cultural de México. Cri-Cri no solo acompañó la infancia de generaciones, sino que ofreció una mirada aguda y lúdica sobre el mundo. A través de sus cuentos y canciones, El Grillito Cantor construyó un universo donde la imaginación, la crítica y el juego convivían con natu-ralidad.
Su manera de contar —con humor, música y sentido poético— abordó temas como la desigualdad, la educación, la vanidad, el trabajo, el tiempo o la muerte, sin recurrir nunca a la solemnidad. Hoy, su legado sigue presente no solo en los escenarios y escuelas, sino también en el corazón de una cultura que lo reconoce como un narrador único, capaz de enseñarnos —desde la infancia— a mirar la realidad con asombro y reflexión.
1. México al Aire
Antes de la radio, la información circulaba principalmente a través de la prensa escrita y el telégrafo. Los periódicos eran el medio más eficaz para comunicar noticias, pero su alcance era limitado: México era un país mayoritariamente analfabeto y tenía una población de marcada presencia rural. En las zonas alejadas de los centros ur-banos, las noticias se transmitían oralmente por medio de pregoneros, viajeros o canciones populares.
El entretenimiento también era presencial. Las carpas, los teatros de revista, los espectáculos itinerantes y las funciones de cine silente con música en vivo formaban parte de la vida urbana. Existían discos de goma laca y gramófonos, pero su uso estaba restringido a familias con mayor poder adquisitivo; no eran objetos comunes en todos los hogares.
El teléfono funcionaba en algunas ciudades desde finales del siglo XIX, aunque con un uso doméstico muy limitado. La comunicación pública seguía dependiendo del telégrafo y de la distribución física de mensajes.
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2. Espiritu Infinito
Centrado en la dimensión biográfica de Francisco Gabilondo Soler: desde la infancia y juventud, hasta sus intereses científicos, deportivos y literarios, revelando aspectos poco conocidos de su vida.
Está dividido en:
-Un Niño Llamado Pancho
-Peripecias maritimas
-El Arte de Cazar Cometas
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-Un Niño Llamado Pancho:
Francisco José Gabilondo Soler nació en Orizaba, Veracruz, en 1907. Hijo de Tiburcio Gabilondo Goya y Emilia Soler Fernández, descendía —por línea paterna y materna— de dos generaciones ibéricas avecindadas en esa misma ciudad.Desde muy pequeño mostró una profunda curiosidad por comprender el mundo que lo rodeaba.
Fue un niño poco convencional, el salón de clases y la rígida pedagogía decimonónica no lograban despertar su interés. Le desagradaba la repetición mecánica y prefería aprender por su cuenta. En una entrevista lo resumió con su característico humor: “fui un autodidacta porque la escuela me ponía nervioso”.
-Peripecias maritimas:
Francisco Gabilondo Soler fue también un apasionado del mar. En su juventud estudió náutica mercante, atraído por los astros que guiaban las rutas marinas y por la disciplina que implicaba comprender el lenguaje del viento y las corrientes.
Ya en su vida adulta, convirtió la navegación en uno de sus pasatiempos más queridos.Sus paseos por la costa eran frecuentes, siempre llevando el timón. A la menor oportunidad salía a navegar, y llegó incluso a pilotar botes y yates para otras personas, porque —decían— “él sí sabía cómo”. Su afición duró muchos años. Tan fuerte era su vínculo con el mar, que se propuso construir su propio velero desde cero. Invirtió varios meses en el proyecto.
Al terminarlo, se enfrentó a un detalle ines-perado: la embarcación no cabía por el portón, y tuvo que derribar parte de la pared para sacarla. Lo bautizó Sandokán, en honor al legendario pirata creado por Emilio Salgari.
-El Arte de Cazar Cometas:
Francisco Gabilondo Soler escribió en alguna ocasión que “descubrió” la luna y las estrellas cuando tenía ocho años. A los doce, comenzó a interesarse con más rigor por el cielo y por la posición de los astros en la bóveda celeste.Con su disciplina autodidacta y su gusto por las matemáticas, se fue formando por cuenta propia y acumuló un sólido conocimiento astronómico durante su juventud.
Cuando se mudó a la Ciudad de México, en 1928, se acercó al Observatorio Nacional en Tacubaya e ingresó como ayudante meritorio al Departamento de Cálculo, bajo la tutela del Ingeniero Geógrafo y Astrónomo Joaquín Gallo Monterrubio, quien lo acogió a él y a otros jóvenes inquietos y noveles aficionados a la astronomía. Así, durante un par de años, y sin goce de sueldo, Francisco colaboraba en el Observatorio Nacional de Tacubaya.
3. Y llegó Cri-Cri
A principios de 1934 y gozando de cierto reconocimiento por su trabajo con música festiva, Gabilondo solicitó a Emilio Azcárraga, dueño y director de la prestigiosa radiodifusora XEW, una oportunidad.
Azcárraga bajó el ánimo del compositor, haciéndole ver que realmente no podría competir con figuras como Agustín Lara o Gonzalo Curiel, pero le dijo: “Yo he notado que cuando usted toca sus tonterías, los chamacos se pegan a la radio. Agarre la Marcha de Zacatecas y póngale letra para chamacos”.
Gabilondo escuchó, pero mejor pensó en intentar un trabajo por su cuenta.
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4. Legado Cultural
El legado de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, es uno de los más singulares y profundos de la cultura popular mexicana del siglo XX. Su obra musical, concebida inicialmente para un público infantil, trascendió con creces esa categoría para convertirse en un referente sonoro compartido por múltiples generaciones.
Desde la radio hasta los discos, películas y plataformas digitales, sus canciones han sido interpretadas por distintos artistas y escuchadas en innumerables hogares, aulas y escenarios, formando parte del paisaje emocional y educativo del país.
Más allá de su impacto popular, su música ha sido reconocida por la crítica por su solidez artística. Gabilondo fue un compositor autodidacta, dotado de un talento natural que desarrolló con disciplina y rigor.
Su don melódico, su amplio sentido del ritmo y, sobre todo, su maestría prosódica —esa fusión perfecta entre palabra y nota, entre verso y melodía— lo consolidaron como un artesano meticuloso, un perfeccionista que componía y recomponía sus canciones incluso después de publicadas
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