Introducción
Graciela Iturbide: Cuando habla la luz
La presente exposición hace un recorrido por el quehacer de Graciela Iturbide desde 1972 hasta 2017. Cuarenta y cinco años de trabajo se reúnen aquí, no con el carácter de muestra retrospectiva sino con la idea de presentar los temas que le han interesado a lo largo de su trayectoria. El público puede recorrer sus inquietudes estéticas a través de veinte módulos. Éstos constituyen un tránsito desde sus obras de corte retratístico hasta llegar a una serie de imágenes en que la creadora centra su interés por la geometría estructural de las cosas que aborda. El centro de la exhibición se integra por un apartado que congrega las obras que le han valido fama mundial. La muestra cierra con un tópico que la distingue y ha logrado posicionar como propio: las aves.
Graciela Iturbide se hizo acreedora en 2008 al Premio Internacional de la Fundación Hasselblad, considerado el más importante en el ramo de la fotografía. El otro mexicano que lo ha obtenido, fue Manuel Álvarez Bravo en 1984. Su trabajo ha sido publicado en más de una veintena de fotolibros. El primero de ellos fue Avándaro, de la Editorial Diógenes, acompañado con un texto de Luis Carrión, el cual apareció en 1971. Sus obras se han presentado en los museos más importantes del mundo, en 1982 en el Pompidou de París y en 1990 en el Museo de Arte Moderno de San Francisco, por mencionar algunos.
“Graciela Iturbide, la mayor de trece hermanos, nace en Ciudad de México el 16 de mayo de 1942 en el seno de una familia de clase media-alta de origen español. Un recuerdo infantil delata su interés por el carácter trascendente de la fotografía: de pequeña su padre solía tomar instantáneas familiares y las guardaba en el cajón de un armario al que Graciela se asomaba a escondidas para observarlas, disfrutarlas en solitario e incluso robarlas; ese espacio era para ella el tesoro del hogar, un lugar con un carácter sagrado infalible. Este hecho junto al regalo de una cámara Kodak a los once años quedan como anécdotas congeladas en su biografía de una pulsión que recuperará décadas después cuando en su madurez regrese a la fotografía. Aunque inclinada hacia un modelo de vida bohemio y con la inquieta ambición de convertirse en escritora, contrae matrimonio en 1962. En los años siguientes dará luz a sus tres hijos: Manuel, Claudia y Mauricio. Su periodo de formación se inicia de forma tardía en 1969, cuando ingresa en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México con la intención de estudiar cine. Allí tiene lugar su encuentro fundamental con Manuel Álvarez Bravo, maestro de la fotografía mexicana. Pronto el profesor se convierte en maestro y le propone trabajar como su asistente. Es para Iturbide un tiempo de aprendizaje amplio, vital, que incluye desde el contacto con círculos artísticos mexicanos hasta la adopción de su concepto de tiempo (“Graciela, no hay que apurarse, hay tiempo. No se apresure para exponer, hay que trabajar mucho”, le decía) y la práctica de la emoción por encima de la técnica.”
Carlos Martín García, “Biografía. Vida (y muertes) de Graciela Iturbide”