El final de la revolución constitucionalista, período que se cierra con la derrota del régimen de Victoriano Huerta, guarda muchas similitudes con la consumación de la revolución maderista, cuando Emiliano Zapata y Pascual Orozco se sintieron utilizados por Francisco I. Madero para hacer triunfar una revolución que no era la suya, rebelándose contra él al ocupar la presidencia de la república. En circunstancias similares, hombres diametralmente opuestos como Venustiano Carranza y Francisco Villa unieron sus fuerzas para derrotar a Huerta, el enemigo común. Esta vez, desde antes de concluir la lucha contra el huertismo, Villa pensaba que su poder militar sería puesto al servicio del país y no de Carranza. Esta visión coincidía en cierto modo con la de Zapata, quien no confiaba en que, llegado el momento, el Primer Jefe convocaría a elecciones libres, como de hecho ocurrió.

En este capítulo se exploran, además de las presiones internacionales, los resortes del poder político de Venustiano Carranza. En estos aspectos es imposible ignorar a dos figuras que lo acompañan, Álvaro Obregón y Luis Cabrera. Obregón fue el respaldo militar que libró de obstáculos la tarea política del Primer Jefe, pues sus victorias sobre la División del Norte permitieron que el presidente de Estados Unidos reconociera al de Carranza como gobierno de facto. Por su parte, Cabrera fue el intelectual orgánico del líder del constitucionalismo, quien le inculcó la idea de reducir a cenizas a sus enemigos, con el fin de construir una nueva nación.

“La libertad, la igualdad, la fraternidad, la ilustración y la prosperidad son imposibles sin la propiedad… Han pasado ya todas las revoluciones” […] y del progreso que prometían a la nación, han sancionado la conquista llevando el monopolio del suelo al último extremo, hundiendo a los pueblos en la más desesperante miseria”.

Fragmento del Plan Socialista publicado en Querétaro por los líderes de la insurrección de 1879

El hecho de que los obreros no hayan conformado el grueso de los ejércitos revolucionarios, no significa que su papel en la Revolución no fuera decisivo. Algunas de las huelgas que protagonizaron antes de 1910 en diferentes partes del país fueron llamaradas que avivaron las consignas, planes y manifiestos de los grupos políticos dispuestos a derrocar a Porfirio Díaz.

Muchos obreros se sumaron a la revolución maderista, pero su lucha no terminó con la llegada de Madero al poder. A finales de 1912, cuando en Chihuahua y Morelos los campesinos se levantaban de nuevo en armas, surgió en la ciudad de México la Casa del Obrero Mundial, una agrupación de corte anarco sindicalista.

“Todo régimen que aspire a la verdadera democracia debe considerar la utilización de las virtudes de las razas indígenas y la eliminación de los vicios o lacras impuestos por los sistemas opresores como un factor esencial para la realización del programa colectivo. En tanto existan contingentes humanos desposeídos de las tierras de sus mayores, de sus derechos de hombres y de ciudadanos y se les siga tratando como bestias y como máquinas, no puede considerarse que la igualdad y la justicia imperen en América”

Discurso de Lázaro Cárdenas durante la apertura del Primer Congreso Indigenista Interamericano, 14 de abril de 1940. 

“La presente ley tiene por objeto […] prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, así como los principios y modalidades para garantizar su acceso a una vida libre de violencia que favorezca su desarrollo y bienestar conforme a los principios de igualdad y de no discriminación, así como para garantizar la democracia, el desarrollo integral y sustentable que fortalezca la soberanía y el régimen democrático.”

Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. (2007)

El carácter socialista del gobierno de Lázaro Cárdenas no sólo se respiraba en sus discursos; también se reflejó en las leyes y las reformas a la Constitución. A menos de dos semanas de haber ascendido al poder, se modificó el artículo tercero constitucional para establecer la educación socialista. Esas disposiciones legislativas permitieron adoptar un tipo de enseñanza popular y masiva incluso en las zonas rurales e indígenas, así como el surgimiento de instituciones tan notables como el Instituto Politécnico Nacional y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

El legado político e ideológico de Emiliano Zapata se subordinó a las necesidades de distintos artistas y grupos políticos, especialmente a los que acuñaron el lema anarquista “Tierra y Libertad”. Aunque le va como anillo al dedo a los postulados zapatistas no deja de ser paradójico, ya que el jefe del Ejército Libertador nunca usó ese lema como bandera. No se conoce un solo documento que él rubricara con esas palabras.

A pesar de ello, a partir de 1929, cuando Diego Rivera termina en Palacio Nacional el mural en que aparece Zapata al lado del anarquista Lázaro Gutiérrez de Lara y del socialista Felipe Carrillo Puerto sosteniendo una bandera roja con ese lema, el país entero lo asumiría como frase indisociable a Emiliano Zapata.