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Terno (detalle)

Hacia 1960
Cultura maya
Mérida, Yucatán
Lino bordado con algodón mercerizado en punto de cruz, con aplicación de tira bordada de tul de algodón.
Colección Museo de Historia Mexicana.

Los intelectuales que acuñaron el concepto de arte popular consideraban que en los pueblos indígenas residía la “esencia” de la nacionalidad mexicana. Al mismo tiempo, sin embargo, planteaban como meta la fusión de las distintas tradiciones culturales que existían en México para construir una sola identidad nacional mestiza. Entonces se pensaba que, ante la modernización del país, las expresiones de la diversidad estaban destinadas a desaparecer, por lo que había que inventariarlas y coleccionarlas para preservar la memoria.

Lo anterior cristalizó en la apertura de museos y la edición de publicaciones sobre las artes tradicionales. En este contexto, se celebró en 1921 la primera exposición de arte popular y, posteriormente, se inauguraron los museos más importantes de esta temática bajo el mecenazgo del gobierno. Un segundo momento de auge tuvo lugar entre 1970 y 1990, cuando se conformaron colecciones de gran relevancia como la de Banca Serfin.

Mientras tanto, en las comunidades indígenas ocurrían cambios a un ritmo más acelerado de lo que pensaban intelectuales y políticos. Los proyectos de desarrollo, la construcción de carreteras y la masificación de la televisión, entre otros factores, indujeron cambios irreversibles en las culturas. Muchas artesanías fueron desplazadas por bienes industriales y sus autores dejaron de nombrarse en su lengua originaria según su oficio; se identificaron genéricamente como “indígenas” y “artesanos”, y adoptaron una actitud dependiente hacia los apoyos gubernamentales, fomentada por el mismo Estado.

Fuera de los museos y las comunidades, las élites del poder y la cultura redefinieron las identidades estatales con base en la herencia histórica local y la apropiación de tradiciones indígenas y mestizas. Se fijaron los parámetros que definirían a la danza folclórica y el “traje regional”, entre otros ejemplos como el mariachi, el son jarocho, la “china poblana”, el charro o la tehuana. Sustraídas de su contexto original, estas expresiones fueron convertidas en íconos de lo “típicamente mexicano”. En el caso del Museo Serfin, la idea del traje típico definió todas sus exposiciones y pasarelas, aun cuando la mayoría de las piezas no habían sido adquiridas como conjuntos sino como prendas sueltas.

El folclor también ayudó a construir una imagen para promover el turismo, vigente hasta la actualidad. Los textiles y, en general, las artesanías, mientras dejaban de utilizarse en sus contextos de origen, se volvían mercancías destinadas al consumo turístico: “un pedacito de México”.