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Proyector de cine de manivela

Kodaskope, Eastman Kodak
Rochester, N. Y., Estados Unidos
1906
40 x 33 x 34 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

En 1896 llegó a México el proyector de vistas patentado un poco más de un año antes por los hermanos Lumière en París. La primera escena que se filmó en nuestro país fue con Porfirio Díaz montando a caballo por Chapultepec. El sótano de una droguería en la calle de Plateros, donde se llevaron a efecto las primeras proyecciones, se convirtió en la primera sala de cine, el Salón Rojo.

Pocos años más tarde comenzaron a reconstruirse escenas de la vida real, como un duelo, y se inició el cine de ficción con películas breves. Ramón López Velarde describió así la atmósfera de una sala de cine en San Luis, en 1913:
El salón encierra una abigarrada concurrencia. Abajo la elegancia de los personajes, de los lechuguinos y de las damas próceres; los rostros pulidos de las señoritas que buscan con disimulo a sus novios, y la inquietud de los niños ávidos de contemplar la magia de las imágenes. En los palcos primeros, familias de la clase media que, en el descanso dominical, se reponen de las fatigas de toda la semana. Las localidades altas ocupadas por la multitud popular que, en su instinto de curiosidad primitiva, de las cavernas, quiere divertirse a precio ínfimo.
La orquesta rompe un vals de sencillos compases, el salón se sume en penumbra y en la pantalla se suceden cuadros diversos: escenas marinas, desfiles medioevales, episodios de galantería moderna, lances chuscos…

El cine era un espectáculo que atraía a todos los públicos, y en una sesión se alternaban cintas de ficción para el gusto de los distintos grupos allí reunidos. Pronto se instalaron salas en las ciudades de mayor tamaño, en tanto a los pueblos pequeños llegaban proyeccionistas itinerantes.

El proyector que presentamos cuenta con un par de rodillos en los que el filme se desenreda y enreda de uno a otro a una velocidad constante de dieciséis cuadros por segundo. La imagen se proyectaba sobre una pantalla gracias a un foco que se encendía en el interior del artefacto.

El primer largometraje de México se filmó precisamente en el año de la fabricación de este aparato, 1906, cuando Enrique Rosas produjo las Fiestas presidenciales en Yucatán, que documentaba el viaje de Porfirio Díaz a ese estado del sureste.

El cine cobraría una gran importancia durante las fiestas del centenario de la Independencia y, sobre todo, a lo largo de la Revolución mexicana, primera guerra documentada por el nuevo medio.