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Retrato de Agustín De Iturbide

Autor desconocido
Siglo XIX
Óleo sobre tela
86 X 76 cm.
Colección Museo de Historia Mexicana

De familia acomodada, buen jinete, con una presencia agradable, finos modales y una conversación sugerente, Agustín de Iturbide (1783-1824) se dice que tenía los atributos para llegar al mando militar y político. Como todos los criollos, era devoto de la Virgen de Guadalupe y quería la independencia de México, pero la concebía como una monarquía y pensaba que podía obtenerse sin violencia.

Desde 1815, como militar de las fuerzas virreinales, se dio cuenta de que insurgentes y realistas debían unirse y, en 1821, logró negociar su obra política más importante, el Plan de Iguala, con el comandante más popular de las fuerzas insurgentes del sur, Vicente Guerrero. Juntos formaron el Ejército Trigarante, que proclamaba la unión, la independencia y la religión católica como única tolerada.

Una vez consumada la Independencia, no fue fácil establecer la monarquía. En 1822 el Congreso Constituyente declaró a Iturbide emperador constitucional del Imperio Mexicano, pero poco menos de un año después los republicanos lo obligaron a abdicar y a exiliarse. Cuando volvió, murió fusilado.

El retrato que obra en la colección del Museo de Historia Mexicana lo muestra de medio cuerpo, con el uniforme de gala del ejército triunfante, esbelto, joven y apuesto.

Apoyado sobre un bastón, luce sobre el pecho la gran Cruz de la Orden de Guadalupe, que él mismo fundó, y condecoraciones similares tanto en la medalla que lleva al cuello, como en el remate del puño de su espada de gala. Se trata de uno de los muchos retratos que se realizaron durante su breve imperio, según reza la cartela: «Agustín de Iturbide, Emperador de México».

Desde mediados del siglo XVIII, el retrato civil había cobrado gran importancia entre las familias acomodadas de la Nueva España. Retratarse de medio cuerpo, con ricos atuendos y joyas, era la manera de comunicar el rango social. Al triunfo de la Independencia, el retrato se convertiría en un medio para perpetuar la imagen de los líderes militares y muchos mestizos que paulatinamente adquirían méritos, reconocimiento social y fortuna como atributos individuales.

La pintura de gremio tenía convenciones para el género. Este retrato de Iturbide es similar a retratos de Simón Bolívar y otros militares que se pintaron en América del Sur. Sin embargo, a diferencia de los retratos académicos, la técnica es rudimentaria: escaso sentido de la perspectiva, composición simple, desconocimiento del escorzo y de las técnicas de color para las carnosidades.

En éste, por otra parte, puede observarse, por la rigidez del cuerpo y la desproporción de los brazos, la mano de un pintor poco experto.